Montblanc siempre fue
un lugar tranquilo, vivíamos en paz y harmonía hasta que llegó Él. Trajo la
destrucción y la muerte, se llevaba nuestro ganado para devorarlo, quemaba los
campos que cultivábamos... tan sólo era cuestión de tiempo que atacara algún
ciudadano. Almenos eso era lo que contaban.
Pero yo me preguntaba
si era toda la verdad. Siempre he sido una muchacha curiosa, demasiado quizás.
Donde se encontraba su guarida no era un secreto para nadie
y desde que le vi sobrevolar el campo de cultivo me invadió un deseo de verlo
de cerca, era una locura pero me esa bestia me resultaba fascinante.
Aquella tarde me escabullí de casa y me fui directa hacía la
cueva donde habitaba la extraña criatura.
Lo primero que noté fue el olor, no era desagradable, olía a
fuertemente a humo. ¿Alguna vez habéis notado el olor a humo? Pues si un día
pasáis cerca de un dragón entenderéis a lo que me refiero.
Me acerqué sigilosamente a la entrada de la cueva, tenía la certeza de que estaba dormido. Por
eso mi corazón estuvo a punto de detenerse cuando una profunda voz dijo:
- ¿Quién se atreve a perturbar mi descanso con su presencia?
¡Podía hablar! ¿Cómo era eso posible? Mi instinto de
supervivencia me instaba a correr en dirección contraria, pero la lógica me
decía que si podía hablar era un ser inteligente y por tanto podría razonar.
- No era mi intención molestarle señor... dragón.- respondí
tímidamente.
- ¿Y qué intención tenías exactamente?- respondió y ésta vez
asomó la cabeza.
Verle fue algo simplemente increíble. Se trataba de un
reptil enorme con unos ojos dorados y unas escamas de un precioso verde
esmeralda. Su piel relucía a la luz del sol y parecía ser capaz de verte el
alma.
Cuando salió por completo de la cueva yo ya había perdido mi
capacidad del habla. Caminaba a cuatro patas y aunque sus alas estaban plegadas
pude ver lo poderosas que eran. Sus garras parecían capaces de despedazarme en
cualquier momento, sin embargo me miraba con...¿Curiosidad?
- Yo... sólo quería... verte de cerca- estaba aterrorizada.
Y entonces sucedió algo impensable... de su garganta comenzó
a brotar un sonido extraño... ¡Se estaba riendo! Y una certeza se apoderó de
mí. Aquel ser no iba a dañarme.
Y puede resultaros increíble pero así nació entre nosotros
una hermosa amistad. Cada día me escapaba para verle y conversar con Él. ¡Era
muy sabio! Había vivido cientos de años y me habló de sus aventuras, de los
lugares que había conocido y de las cosas sorprendentes que había visto.
Se
alimentaba de ganado, pero no comía humanos. Y argumentaba que había incendiado
los campos en defensa propia.
Le intenté explicar que robar el ganado estaba mal y me aseguró
que era temporal. Una herida en su ala le impedía volar grandes distancias y
necesitaba recuperarse antes de regresar a su auténtico hogar.
La noche que me dejó montar sobre su lomo y sobrevoló el lugar conmigo fue uno de los días más felices de mi vida.
Cada día esperaba con ilusión a que llegara la tarde y poder
ir a verle. Y ese fue mi terrible error.
No me di cuenta de lo que sucedía a mi
alrededor hasta que fue demasiado tarde.
En un alarde de estupidez, el consejo real había tomado la
decisión de entregar una persona cada semana al dragón para que la devorara y
dejara de comerse el ganado. Se hizo un sorteo con los nombres de cada hombre y
mujer del pueblo, incluida la familia real. Y el nombre de la princesa salió
por azar.
Lo descubrí mientras comíamos en casa, mi padre nos dijo con
tristeza que la princesa había partido para encontrar la muerte en brazos de
aquella bestia. No me preocupé en exceso, pues sabía que Él no la dañaría y la
mandaría de regreso a casa. Pero entonces llegó la terrible noticia.
- Aún tenemos esperanza, poco después de que la princesa se
marchara llegó un joven caballero. Iba armado con una poderosa lanza y prometió
terminar con la vida del monstruo y salvarnos a todos - dijo mi padre.
El terror se apoderó de mí. ¿Matarlo? No podía permitir que
sucediera algo así, me levanté sin perder más tiempo y salí corriendo dejando a
mis padres sorprendidos.
Corrí sin pensar en nada más que llegar a tiempo, no hice
caso de las quejas de mis músculos, ni de la falta de aire que notaba en los
pulmones. Sólo pensaba en Él, en evitarle cualquier daño.
Cuando por fin llegué le vi apoyado sobre sus dos patas
traseras con las alas desplegadas. Delante estaba el joven caballero
apuntándole con su lanza, la princesa se hallaba se escondida tras el hombre.
Visualicé lo que sucedería, atravesaría el pecho de mi
preciado amigo con su lanza. No podía permitirlo. No sé de donde salieron las
fuerzas que me impulsaron hacia delante, más deprisa, más veloz, para
interponerme entre la lanza y Él.
Sus ojos mostraron terror al verme allí y me apartó antes de
que la lanza pudiera alcanzarme. Por un momento pensé que todo estaba bien, le
explicaría a ese hombre que era inofensivo, que nunca haría daño a los humanos
y le dejarían en paz.
Entonces vi la sangre y descubrí horrorizada la lanza clavada en su costado. Un
grito de dolor escapó de mi garganta y las lágrimas inundaron mis ojos.
Temblando me incliné sobre Él.
El caballero y la princesa miraban la escena
sobrecogidos y en silencio, para mí habían dejado de existir.
- No, no... por favor- supliqué llorando.
- Has puesto en riesgo tu vida mi querida niña... no hagas
algo tan estúpido nunca más - me dijo y pude ver alivio en sus ojos.
- Dime que vas a ponerte bien, por favor.
- Lo siento... pero mi hora ha llegado. No tienes que estar
triste. La mayoría de los de mi raza mueren en soledad. Yo soy afortunado
porque tú estás aquí. Eres la humana más especial que he conocido nunca y nos
volveremos a encontrar amiga mía...
Y sus ojos cerraron perdiendo su luz para siempre. En aquel
momento su cuerpo comenzó a brillar y se convirtió en un millón de chispas que
me rozaron y se elevaron hacia el cielo.
Pude sentir su espíritu y eso hizo que
me invadiera una sensación de paz.
La tierra absorbió su sangre y una planta comenzó a brotar
de forma mágica. Apareció un majestuoso rosal
y florecieron las rosas rojas más hermosas que había visto jamás. Aquel fue su regalo de despedida.
El caballero y la princesa no dijeron nada. Sobraban las
palabras.
Al regresar al pueblo estalló la celebración, pues nadie
sabía que el crimen se había cometido contra aquella criatura. Estaba demasiado
triste para sentir rabia.
Al caballero le ofrecieron la mano de la princesa y para
sorpresa de todos la rechazó anunciando que partiría del pueblo al alba. Me
buscó entre la multitud y clavó su mirada en mí. Entonces supe todo lo que
había callado, lamentaba su error y partía del lugar con la vergüenza en su
corazón.
Cuando al alba escuché llegar un jinete al jardín de casa
supe que era el caballero. Salí antes de que tuviera que llamar.
- Mi nombre es Jorge y quiero que sepa que voy a dedicar el
resto de mi vida al servicio de los demás para intentar obtener el perdón por
lo que hice. Estaba dispuesta a dar su vida por salvarle y él se sacrificó para
salvarla. Un acto tan generoso no puede ocultar maldad.
- Él no era malvado. Nunca tuvo intención de dañar a ninguna
persona.
El joven se arrodilló frente a mí.
- No he aceptado la mano de la princesa porque mi deseo es
suplicaros que vengáis conmigo. Vos sois capaz de ver más allá de las simples
apariencias y descubristeis bondad donde todos los demás vimos únicamente
maldad. Os ruego que me acompañéis, pues haré lo imposible por obtener vuestro
perdón.
Y decidí marcharme. No podía soportar la necedad de aquel
lugar con aquellos habitantes que habían escogido sacrificar vidas humanas, que
no habían intentado comprenderle a Él.
Me había enseñado que la vida tenía mucho más que ofrecer y
yo quería descubrirlo, por los dos.
Por ello tomé el caballo que Jorge me había
dado, escribí una nota a mis padres y partí.
Lo único que quise ver antes de marcharme para siempre fue
aquel rosal. Observé la rosa por última vez ajena a que se convertiría en un símbolo
del amor. Ajena a que nacería una leyenda entorno al pueblo, a Jorge y a Él.
Ajena a que cada año los enamorados regalarían una rosa roja a sus amadas
mujeres.
Pero lo que yo si sabía y las generaciones venideras
ignorarían, es que realmente aquella rosa era el símbolo del amor. Del amor
entre dos criaturas dispuestas a sacrificarse la una por la otra. Del amor más
sincero, puro y desinteresado que jamás se hubiera visto.