Como persona que tiene muy pocos parientes vivos, la camarera Sookie Stackhouse odia perder a cualquiera de ellos. Pero nunca pensó que pudiera ser su primo Hadley, consorte de la reina vampiro de Nueva Orleáns. Aunque después de todo, Hadley estaba ya muerto, técnicamente hablando. Ahora Sookie se encuentra con la inesperada sorpresa de ser su heredera. Pero descubre que la herencia viene también con un riesgo…
Hay alguien que no quiere que Sookie meta mucho las narices en el pasado de Hadley, o para ser más precisos, en sus posesiones. Y están dispuestos a hacer lo que esté en sus manos para detenerla. Pero ¿quién? Los sospechosos van desde los granujas que rechazan la amistad de Sookie dentro de la manada, a la mismísima reina vampiro, que puede que esté actuando tras la máscara de otro sujeto: Bill, el primer amor de Sookie.
Quienquiera que sea, en definitiva es muy peligroso, y la vida de Sookie pende de un hilo…
''Definitivamente muerta''. Nos encontramos frente a la sexta entrega de la saga de Sookie Stackhouse.
Comenzamos con la para nada sorprendente petición de una cita a nuestra exitosa Sookie por parte de Quinn.
Además, sus poderes de télepata han llegado a oídos de la reina de los vampiros de Luisiana, Sophie-Anne Leclerq y desea contratar sus servicios en un futuro cercano.
Así llegamos a la primera cita de Quinn y Sookie, pero naturalmente tiene que terminar mal y son atacados por dos hombres lobos recién convertidos. El ataque termina mal para los dos lobitos, Quinn es un tipo duro.
Nuestra camarera recibe entonces la triste noticia de la muerte de su prima Hadley en Nueva Orleans y ella es la heredera de su apartamento (cabe destacar que Hadley tenía una vida muy movida y era una vampira además de la amante de Sophie-Anne).
Allí conoce a Amelia, la casera de su prima y una bruja (en el sentido mágico de la palabra).
Tras un ataque de un vampiro recién convertido ambas terminan en el hospital y Sookie es visitada por sus dos vampiros enamorados, Eric y Bill.
Y Bill hace alarde de su alto nivel de cabronismo al confesar (obligado por el maravilloso Eric) que acudió a Bon Temps con la intención de enamorarla por orden de la reina. Y encima le fue infiel.
Nuestra pobre Sookie se marcha del hospital sin recuperarse presa del dolor y la indignación (y seguramente vergüenza por haber sido tan absolutamente estúpida).
Sophie-Anne le pide ayuda a Sookie. La reina se ha visto obligada a casarse con el rey de los vampiros de Arkansas, Peter Threadgill. Ambos deben dar un baile nupcial la noche siguiente y unos valiosos brazaletes que Peter le regaló han desaparecido. Si no los luce la noche siguiente, Peter podría matarla.
Naturalmente se trata de una trampa contra la reina y la muerte de Hadley está relacionada con ello.
Quinn visita a Sookie y son secuestrados por hombres lobos (el tío es gafe). Así se descubre que Quinn es un... ¡Hombre tigre! Finalmente se descubre que tras los ataques de los lobitos están los padres de Debbie Pelt (Incluso muerta da por saco), quieren que Sookie confiese su asesinato.
Por suerte consiguen arreglar sus diferencias y prometen no volver a molestar a Sookie.
Nuestra inteligente protagonista consigue recuperar los brazaletes y entregarlos a la reina. Pero eso no evita que se produzca una matanza en la fiesta de la que Sookie consigue salvarse y que termina con la muerte de Peter (y testigo de ello es Sookie).
Vuelve a Bon Temps junto con Amelia, que decide quedarse una temporada con ella.
Me ha gustado. Pero es que sin Eric no es lo mismo. ¡¡Lo echo de menos!!